Carta de un desaparecido
No tengo nombre. En realidad si lo tuve. Me llamaba Santiago. Santiago Guevara. Hasta hoy pienso que esos tipos que entraron y me secuestraron lo hicieron porque no me perdonaban el apellido. Ahora todos me llaman N.N. Hasta la gente cuando habla sobre mí con buena leche, menciona esa misma letra por duplicado. Hoy hacen 33 años que yo estaba en el bar...con los muchachos del barrio. De mi querido Bernal Oeste. No voy a contar lo que siguió ni como llegué aquí porque ustedes ya estuvieron 33 años repitiéndolo una y otra vez. Recuerdo que tenía una novia. Mi compañera. De vez en cuando nos gustaba ir a la ribera de Quilmes y sentarnos a charlar sobre los Bee Gees o Beatles, sobre Vox Dei o Arco Iris, sobre Ford o Chevrolet o sobre Marx y Trotszky. Siempre había un opuesto. Eso nos llamaba la atención. Pero los opuestos convivían.
Hace 33 años que 30 mil hermanos y yo venimos rezando por ustedes. Por nuestras madres y abuelas. ¿No les parece que ya están demasiado viejitas para pelear solas?. ¿Porqué no les dan una mano?. Esos tipos que nos secuestraron no pueden salir a la calle. Hasta estoy seguro de que el sargento ese debe recordar mis alaridos y mis ojos sin brillo más de una vez. Yo sé que él no duerme en paz desde hace 33 años. Por eso, siento que les gané. Ganamos. Todos. Ellos ya tienen el castigo que merecen. Pero, ¿y nosotros?. ¿Alguna vez alguien se va a preocupar por encontrarnos?. ¿A alguno le interesa saber realmente donde estamos?. ¿O tienen miedo de que si nos encuentran los retemos porque mientras a nosotros nos torturaban ustedes festejaban el mundial 78?. No se preocupen que nosotros también hubiésemos gritado los goles de Luque y Kempes. Pero estábamos ocupados en otro tipo de gritos.
Nosotros queremos ser encontrados. Necesitamos que nos busquen. Y nuestras familias lo necesitan. A veces charlando entre nosotros, llegamos a pensar que ustedes están esperando que los criminales que nos hicieron desaparecer se mueran, para así no tener a quién preguntarle dónde nos dejaron. Fantasía de olvido colectivo, la podríamos llamar. Pero quiero que mi vieja sepa donde dejarme una flor. ¿Es mucho pedir?.
Nosotros ya estamos jugados. Pasaron 33 años. ¡¡33 años!!. ¿Se imaginan ustedes las cosas que proyectábamos y soñábamos en el 76?. Pero ya está. No podemos vivir lamentándonos. En realidad no podemos vivir. No nos dejaron. Con mi novia no pudimos tener al hijo que imaginábamos. Se iba a llamar Francisco, como mi viejo. Sin embargo eso no es lo que más nos preocupa. Sería muy egoísta seguir pensando solamente en nosotros. En realidad nos preocupan ustedes.
¿Ustedes no creen que también desaparecieron un poco desde 1976?. A ver...cuéntenme qué recuerdan de sus 20 años. ¿Qué hacían?. Yo al menos recuerdo que iba a bailar a Kamote y usaba esos pantalones Oxford que me cosía la vieja. Eran horribles, pero si no me los ponía la vieja se enojaba. Y que en la facultad nos juntábamos para salir, o para hacer política, o para soñar con mejorar al mundo y al hombre. Crear al “hombre nuevo”. Pero..¿ustedes?. ¿Qué anécdotas les cuentan a sus hijos?. ¿No se dan cuenta que saltean unas 3 décadas cuando hurgan entre sus recuerdos?. ¿En serio que no sienten que los mataron a ustedes también y les hicieron desaparecer los sueños igual que a nosotros?. ¿No se acuerdan que hacían las reuniones de amigos a escondidas?. ¿O que si entraban a una librería o encendían el televisor solo encontraban mierda?. Nosotros somos capaces de olvidar que muchos apoyaron los indultos, que dejaron que se hicieran millonarios a periodistas, empresarios, políticos y curas que colaboraron con los criminales y que hoy hasta algunos de ellos nos van a homenajear. Pero...¿cómo hacemos para perdonar que nos hayan robado los sueños?. Los proyectos. ¡Yo tenía 19 años carajo!. ¿Ustedes pueden perdonar eso?. Pero a ver si me entienden. Lo que más me duele hoy son los sueños de ustedes, porque de los míos ya no quedan ni cenizas.
Ya no se los pido por mi, ni por mis 30 mil amigos. Sino por ustedes. Hagan algo por encontrarnos. Es fácil decir que los asesinos fueron unos hijos de puta o ponerse una remera del guerrillero que se llamaba como yo. ¿No pueden hacer algo para que los dictadores que aún viven les cuenten donde estamos?. Hay mucha oscuridad aquí. Y siento ese olor húmedo desde hace 33 años.
Gracias por tenernos tan en cuenta desde que no volvimos a casa. Pero ahora, me parece que es hora de que piensen un poquito en ustedes mismos. Si nos encuentran a nosotros, estoy seguro de que hallarán sus propias historias que les fueron robadas. Búsquennos. Yo sé que ustedes pueden. Búsquenme. Se los pido por favor.
martes, 24 de marzo de 2009
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